¿A quién no le ha pasado? Esa sensación de vivir corriendo tras logros materiales, un ascenso en el trabajo,… y cuando se consigue el logro…Zas! ¡Todo pierde sentido! El vacío sigue allí, parece imposible de llenar…y por eso volvemos nuevamente a correr tras otra cosa, si antes fue un nuevo auto, ahora será un viaje que no podemos dejar de hacer, una nueva pareja, etc.
Y así como en una interminable rueda, el vacío continúa allí, no hay cosas, lugares o personas capaces de llenarlo. Los pensamientos, sensaciones, emociones continuarán allí, como si nada hubiese sucedido, ¡tenemos la sensación de dormir con el enemigo!
Desde mi experiencia personal, cuando tenía alrededor de 40 años, encontré que todo mi mundo se venía abajo, que la vida ya no tenía nada más para ofrecerme. Había conseguido unas cuantas metas materiales, sin embargo, mi salud no acompasaba estas metas y se quebrantó mucho.
En ese tiempo, fueron apareciendo personas y situaciones que me ayudaron a vislumbrar que tal vez había algo que nunca me había atrevido a experimentar y que me llevaría a mirar la vida desde otro lugar, mucho más íntimo, al parecer un sitio escondido en mí, donde pude descubrir otros colores, otros prismas, y que fueron un viaje sin retorno, en el camino de mi vida.
Este proceso no se dio de un día para otro, y me atrevo a afirmar que no tiene fin, cada día trato de aprender un poquito más acerca de mí, en la observación de mis emociones frente al mundo externo, en el espejo que me muestra algo de mí, a través de las personas con las que tomo contacto. También en la comprensión profunda de que lo que no me gusta de mí, tiene una razón de ser, que fue la manera que encontré para sobrevivir, y cuando se comprende eso, el tirano que vive allí dentro se afloja, ya no juzga tanto…
Las herramientas que uso son solamente eso, herramientas, ellas por sí solas no tienen el poder de transformarme. Pero sí son instrumentos que posibilitan ese cambio, en la medida que YO tomo la iniciativa de vivir la transformación, descubriendo cada día que los monstruos (miedos) han estado únicamente en mi cabeza, y que cuando me acerco a ellos, ya no son tan fieros y desaparecen como si se tratara de humo en el aire.
Hoy disfruto plenamente, cuando acompaño a alguna persona en el viaje que la lleva a vislumbrar su propio diamante, eso me llena el corazón de gozo, y en la comunicación de alma a alma, también mi propio diamante brilla un poquito más.
¡¡Hasta que volvamos a vernos!!